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Un cristiano cuenta su historia de tortura en una prisión china

Zhu Chunlin, un cristiano de Shenzhen, fue sentenciado por “recaudación ilegal de fondos”.

Su delito fue pedir donaciones para un proyecto cristiano en China. Ahora habló sobre sus experiencias de tortura en prisión, destacando el uso rutinario de tales prácticas en las instalaciones chinas. Su relato detallado fue compartido con varias organizaciones de derechos humanos y publicado en chino por “Weiquanwang” el 11 de septiembre.

Zhu relata su tiempo en el pabellón 15 de la prisión de Qingyuan, donde inicialmente fue ubicado en el primer subpabellón después de ser transferido desde el centro de detención del distrito de Bao’an en mayo de 2017. Después de un mes de entrenamiento en prisión, fue trasladado al primer subdistrito para lo que se describió como una “reforma educativa y laboral”.

Durante su encarcelamiento, Zhu enfrentó un control y castigo estrictos, comúnmente conocidos como “tiro al blanco”, administrados por ciertos líderes de reclusos y guardias de la prisión. Cada tarde, los reclusos seleccionados eran identificados y sometidos a diversas formas de castigo. Por ejemplo, durante las comidas, los condenados tenían que esperar al final de la fila y a menudo recibían una alimentación insuficiente. Durante los descansos, no se les permitía descansar, sino que se les obligaba a hacer cola. Después de las asambleas vespertinas, se enfrentaban a períodos adicionales de pie en zonas designadas, a veces al aire libre en duras condiciones.

Zhu explica que estos castigos se aplicaban sistemáticamente sin interrupción, etiquetados como “aprendizaje reforzado”. Cuando protestó por estas prácticas ilegales, dos agentes respondieron colocándole pesados ​​grilletes. Los grilletes, que pesaban unos 15 kilos en total, limitaban gravemente su movilidad, obligándole a arrastrar los pies dolorosamente. Moverse por la prisión se convirtió en una lucha, especialmente en las escaleras, donde corría el riesgo de sufrir lesiones graves.

Por la noche, Zhu era sometido a una inmovilización continua, con grilletes fríos que le dificultaban el movimiento. Había visto a otros soportar torturas similares, pero experimentarlo él mismo fue un shock. A pesar del abuso constante, mantuvo la esperanza mediante la oración en silencio.

Zhu describió este período como el más oscuro de su vida y finalmente se sintió obligado a someterse a las exigencias de las autoridades, especialmente cuando se acercaba el Festival de Primavera. Se vio obligado a escribir una autocrítica, que leyó públicamente durante la cena, en la que admitió haber actuado mal al resistirse a su castigo y prometió cumplir en el futuro.